Desde la mañana temprano, las bandas y les artistas comenzaban a probar sonidos. La Paternal esperaba la llegada de miles de personas que días, e incluso meses previos, habían sacado sus entradas para asistir al Buena Vibra, un festival elegido por la escena local y popular para disfrutar de uno de los encuentros culturales más ansiados de la música actual independiente.
Al mediodía, el sol alumbraba el predio en el que arribarían, durante la extensa jornada, sonidos y momentos festivos que quedarían en la memoria de quienes asistieron ese sábado cálido de febrero. Ainda Dúo fue el primero en romper con la espera de un inicio que duraría hasta el anochecer. Yago Escrivá y Esmeralda Escalante se asomaban en el escenario con un set armado en guitarra y voces generando acordes y melodías, y recibiendo a los primeros espectadores.
Las calles de Tronador y Gutenberg comenzaban a transformase en grandes filas de espera que rodeaban el estadio por fuera, y los molinetes giraban a medida que los tickets se cortaban. En cada extremo del estadio Malvinas Argentinas, se hallaban los dos escenarios montados que se sincronizaban mutuamente para abrir el próximo show. “Respétense, cuídense, vamos a pasar un lindo día de música y amor. Nosotros también estamos contentos de que haya muchas bandas de mujeres, no como el Cosquín rock” anunciaban al micrófono Váldes, un dúo de hermanos cordobeses, liderado por Edu y Pancho Váldes, que hicieron un recorrido sobre su último disco Gris, con bases electrónicas e influencias del synth-pop.

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La atención también se centraba por detrás de los grandes escenarios, en las exposiciones de fotografías y arte en vivo, que se convertían en murales culminados por excéntricos colores. Un escenario se apagaba y el otro se encendía. Banzai FC se subía al escenario experimentando con instrumentales y canciones del disco “Generación TV”, que describe esa mirada crítica hacia el “show bussines” de la televisión argentina, en el que todavía parecieran prevalecer los medios hegemónicos como constructores de realidades, en el que las personas estamos sumergidas y siendo parte del engranaje de cómo se genera el consumo de productos culturales. La banda resuena con la impronta de melodías progresivas que recuerdan a los años 70’ aunque traídas al presente junto con la participación del freestyler Valentín Oliva, mejor conocido como “WOS”, alguien que en sus letras también expresa lo que piensa y estampa en sus canciones de rap, una nueva forma de percibir lo social. Las visuales artísticas formaban parte de una concepción autentica en cada banda y artista. Un hilo conductor que conectaban con un trasfondo, la expresión de algo mucho más expuesto: la fuerza de expulsar lo viejo y la belleza de entretejer una nueva simbología colectiva.

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Aun cuando el sol de la tarde no daba tregua, llegaron Las Ligas Menores, integrada por Anabella Cartolano, María Zamtlejfer, Nina Carrara, Micaela García y Pablo Kemper (amigues que no han dejado de girar por varios país y crecer musicalmente) estallaron el Buena Vibra con grandes temas de “Fuego Artificial”, segundo álbum que lanzó la banda el año pasado y que vimos llegar en forma de barco naufragando aguas oscuras de un mar desconocido, y que arrastraba en el camino, destellos de luces rojas y vuelos de poesía como en “Contando Lunas” y otras historias descritas en el tema “En invierno”, que ilustra la desvinculación de un viejo amor en frases como “quédate un Invierno en el mar, así yo en la ciudad / es que es a veces es mi cumpleaños, y sería un buen regalo olvidarte un rato”.
Alrededor de las 18:30, el público se convertía en una eufórica multitud alzando los brazos y sintiendo la potencia musical que generaban Militantes del Clímax. Los muchachos hablaban, fraseaban, rapeaban e interactuaban con los que escuchaban su mensaje, siendo un canal a viva voz, dispuestos a dejar en claro lo que venían a plantear y poniendo a disposición de los oídos, la combinación de mezclas y ejes liricos elocuentes.
El festival se adueñaba de cada partícula de expresividad que había reunido. Desde las exposiciones de música hasta los dibujos intervenidos, aparecían los distintos reclamos sociales: como el cupo laboral trans y la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito.
Bándalos Chinos fue la sexta banda que salió a hacerse presente en el Buena Vibra. El grupo de amigos que comenzó a forjar lazos desde la educación primaria, y que desde pequeños tenían la intuición de que su destino estaba en involucrarse en la música, descosieron un espectáculo con canciones de “BACH”, “Nunca Estuve Acá”, sencillos como “Tu Órbita” y participaciones de colegas, como fue el caso de Pablo Vidal integrante de “El Kuelgue”.

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La energía se sentía, las pantallas lo mostraban y la escena emergente se consagraba en un marco único de vitalidad flameante. No obstante, podríamos indagar en su trasfondo y preguntarnos ¿Qué convoca este tipo de festivales? ¿En qué se diferencian de otros? “Estos festivales traen el movimiento feminista de las musicas, que no es el rock apolítico, sino de las cosas que se consiguen militando para que estén ahí nuestros gustos musicales y nuestra alegría” decía Gabriela Borrelli desde el espacio radial de Futurock, un medio que milita sus ideales en la libertad y los interpela desde una mirada política de lucha y sororidad sobre la realidad. Definitivamente la música no era lo único que reunía a la gente esa tarde, lo hacían las ideas y las ganas de revolucionar en algo nuevo, al igual que el movimiento feminista que, una vez más, llevó sus luchas al frente y las embanderó en un contexto de cambio y reclamo urgente ante la música y el rock.
“¿A dónde están las pibas?” gritaba desde el otro escenario Marilina Bertoldi mientras miles de ellas respondían recíprocamente en una atmósfera de unión y efervescencia que las congregaba en el estadio. La tarde caía en el oeste, y las personas no paraban de llegar. Marilina aterrizaba con una actitud imponente y cantaba al reclamo de un grito feminista que describe muy acertado ese momento bisagra del haber estado enojadas y ahora estar preparadas. “Prender un fuego” es un disco terrenal, con ideas del aquí y ahora, que hacen que el sentido de sus letras se adueñen de este momento histórico. Habla de nosotras, de las que no visibilizaron y hasta del poder colectivo para llevar adelante nuestras luchas con tan solo encendernos. Temas como “Fumar de día”, “Correte”, “O No?” hicieron romper en más de una ovación su presentación, aunque el festejo también se hizo presente cuando cantó “Tito Volvé” y alzó ardiente la letra “Se hacen los capos mirando tan distantes, pero a las bombas te las tiran atrás / Ay, como les duele comerse el viaje. Se enojan, solos vayan con mamá” que le dedicó a José Palazzo, quién días previos tiró títulos que giraron en varios medios: “No existen suficientes mujeres talentosas en el rock”, excusa que utilizó para escudarse detrás de la pregunta por el cupo femenino en el Cosquín Rock. El recital terminaba con un repertorio furioso, sabores gloriosos y con Marilina pidiendo que diéramos lugar al enojo, mientras encendía la guitarra y sonaba “Sexo con modelos”.

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La noche trajo a Louta, y su escenografía de influencias teatrales. Había intercambio de pop, techno, la participación de Marilina Bertoldi en el tema “Uacho” y música remezclada como “Pump Up the Jam” en “Cuentitos”. Louta es un artista, definido por su público, como “multifacético” porque baila, canta y expresa la fuerza inherente que tiene la vida. Un concepto que él mismo expresa para sintetizar su arte: “es apretar la tierra y que salga agua, porque se trata de ese hacerse amigos de la música más allá del género”. Su audiencia respondía al “agáchense y saltemos juntos”, exhibiendo así, la potencia de estar en una misma confluencia. Los siguientes fueron El Kuelgue que, entre canción y canción, abatieron “Iglesia y Estado asunto separado”, una demanda social que desembocó en un festejo bancado. El grupo que empezó jugando alcanzó un lugar a escala que ellos mismos expresan: “aún no lo creemos”.
Los mendocinos Usted Señalemelo, fueron los más jóvenes y uno de los tantos esperados, que se instalaron con una impronta mística de sonidos instrumentales y vibratorios, que expandieron con bajos y guitarras en vivo y culminaron con golpes muy marcados en batería. Su finalización dio inicio a Los Espíritus, que además de las canciones de "Agua Ardiente", la banda también drenó reclamos públicos y actuales, al igual que El Kuelgue. En la canción “La Mirada”, las voces que cantaban unánimes en el recinto, resonaron en un manifiesto contra del neoliberalismo político. No obstante, antes de retirarse, anunciaron públicamente el adelanto de su cuarto disco e interpretaron una canción que contenía las siguientes palabras: “conozco estos anzuelos que comemos y el sabor de los venenos”.
Hacia el final del cierre de una noche culminante, Sara Hebe arrancaba camino para cerrar una jornada a pura energía. Guerrera y feminista antipunitivista, interpretó “La Nueva Ley”, desarrollando su show con imágenes de fetos dinosaurios, haciendo alusión a las ideas retrogradas que se niegan a aceptar una realidad que es llevada a cabo bajo la clandestinidad en nuestro país. “Quería decir algo para la ocasión” anunció, “hice un poema contra el fascismo antibiologicista, y dice así: “somos todas putas, te pise la cara por plata, yeah, Sara Hebe con la trava, ahora no te alcanza, ahora estoy más cara. Estoy mixeandome toda, cortándote la cara, yeah. Sara Hebe con la trava, Sara Hebe con la brava, y ahora somos todas putas. Si te pisé la cara por plata, estoy cortándote la cara, para vos que sos re yuta. La luna es mujer, y se le para” terminó para darle comienzo a la siguiente canción “El marginal” junto con Ramiro Jota.
De esa manera, se cerraba un festival que había logrado reunir algo mucho más grande que un "line up" de símbolos musicales. En retrospectiva, se trataba de lo que somos y lo que queremos, de los y las artistas generando un nuevo paradigma musical y expandiendo ese sentimiento en el encuentro, llevándolo hacía nuevos rumbos, haciéndolo nuestro.

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