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¿Distancias Insalvables?

Santiago Zynda

“Nos estamos permitiendo brillar un poquito. Pienso que estuvimos mucho tiempo pidiendo disculpas todos nosotros, el público y los artistas. Y es hora de que las cosas sean como tienen que ser, porque el nivel que hay acá en otros lados no existe. Por lo menos a nivel moderno, de mundo moderno. Me gustan las quenas, el charango y toda esa mano, pero lo que más me gusta es escuchar guitarras eléctricas y cosas raras. Eso es lo mío, cada vez me doy más cuenta: la libertad total en la música. Música que dé mambo. En realidad, lo que estoy tratando de hacer ahora es eso. Que la gente vaya a un concierto y sienta como si tomara drogas, o algo así. Que te altere la percepción del espacio y del tiempo, todas esas boludeces hippies pero en un contexto moderno, sin drogas. Creo que la música puede elevar.”


Charly García en Expreso Imaginario, noviembre 1982.


Así, unas semanas después de publicar Yendo de la cama al living, su primer LP solista, Charly García auguraba el comienzo de una nueva etapa personal (y del rock argentino en general) dejando atrás a Serú Girán, la que sería su última banda organizada democráticamente.

Pero el camino atravesado hasta ese punto no fue corto ni simple. En realidad la carrera musical de Carlos Alberto García Moreno (este último apellido luego sería cambiado por Lange), es indivisible de su vida personal y se presta a ser desmenuzada en capítulos:


El primero de ellos, su iniciación en la música, ocurrió con solo unos pocos años de edad, cuando quedó claro que poseía oído absoluto. Comenzó de inmediato con una estricta educación clásica que le permitió recibirse con el título de Profesor de Piano a la preadolescente edad de 12 años.


En cuanto a su carrera musical profesional per se, aquella que le traería el reconocimiento y el caos más adelante, y que en un comienzo le permitió dar a conocer sus composiciones personales; fue influenciada ya no tanto por las partituras de Bach y Chopin, sino por los Beatles y la explosión interna que le generó enterarse de la existencia del Rock n’ Roll. Esta nueva pasión fue el catalizador que lo llevó a formar Sui Generis, su primera banda consolidada, en tándem dual con Nito Mestre. Letras como poemas de angustia y amor, acompañadas por rasgueos de guitarra o melodías tenues de flauta dulce, dieron como resultado relatos de adolescencia y juventud criolla, que resonaron directamente en la sensibilidad de los primeros oyentes del naciente rock en castellano.

Tachados de entrada como “blanditos” por algunos, se volvieron incuestionables al tiempo, no solo por la calidad de su trabajo sino también por su éxito rotundo (fueron los primeros en llenar un Luna Park, en su doble recital despedida, Adiós Sui Generis) y su versatilidad: ya en su último disco, Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, comenzaron a asomar nuevos sonidos. Las guitarras se enchufaron y se sumaron arreglos orquestales. Las temáticas de las letras no solo tomaron un rumbo más adulto, sino también más arriesgado, satirizando sobre la creciente violencia política, militar y policial que asomaba en un país indeciso, cerca de la caída total, en búsqueda de un orden que jamás llegaría.


Su siguiente proyecto no fue de los más comentados, y aunque recibió elogios de la crítica especializada, no terminó de entablar lazos fuertes con el público. De todas formas es admirable el salto musical que tomó García como líder y compositor para formar La Máquina de Hacer Pájaros. La altura del viaje progresivo/sinfónico que significó el par de LPs que sacaron, cobró mayor relevancia con el tiempo. Mientras se desarrollaba el corto periplo de la banda, la dictadura militar tomó el poder por la fuerza y la reacción paranoica frente al horror in crescendo era inevitable, en especial para alguien que no se callaba, como Charly.


La última colaboración en conjunto de García fue la que mayores proporciones míticas alcanzó y la que más ha perdurado en el imaginario popular. Podría decirse que Serú Girán fue un súper grupo, pero no tuvo la lucha de egos o la falta de interés (que caracterizó a otros proyectos similares) como moneda corriente entre sus miembros. Sino más bien, lo contrario, sus cuatro integrantes gozaron de química instantánea y disciplina para manejarse dentro de la banda; además de ya traer consigo un considerable bagaje de experiencia (menos Pedro Aznar, que compensaría esa falta con virtuosismo).


Además de un catálogo repleto de temazos de variados géneros y estilos, las letras de las composiciones de Charly llevaron a la imaginación de sus oyentes a nuevos sitios lisérgicamente fantásticos, esquivando la estricta censura de los militares, a quienes tomó de punto: ya menos con burlas ingeniosas y más con denuncias de un nivel de veracidad desgarrador. La sangre había cubierto definitivamente a la sociedad argentina y el terror era total. El hecho de que la mayoría de la obra de Serú Girán haya salido a la luz durante la porción más tenebrosa de la historia argentina, es inconmensurablemente valioso y capaz de llenar de esperanza a cualquiera, joven o no, de ayer o de hoy.


Luego de la partida de Pedro Aznar a Estados Unidos, para unirse a Pat Metheny y su grupo de jazz fusión, a Charly ya no le quedaron excusas para no cortarse solo y comenzar a establecer su legado, con el estilo que quedaría más asociado con su nombre. Un sonido que sin dejar de ser melódico, iba a dejar rastros de un creciente énfasis en la producción en el estudio, donde Charly, perfeccionista por naturaleza, ejercía un control total. Utilizando su sapiencia creciente, uno de las novedades de su carrera solista sería la búsqueda de la comunión entre sonidos aparentemente incompatibles: ruidos rítmicos, sintetizadores y grabaciones caseras se alternaban de forma armónica y curiosa a la vez.


La Argentina había vuelto a la democracia con una sensación de libertad lógica, pero el optimismo se vio reemplazado rápidamente por cierta incomodidad. La globalización avasallante, el nuevo posicionamiento de la apariencia física y de la estética retocada como prioridad en todo ámbito (señalada con sarcasmo en Bancate ese defecto) y el individualismo vehiculizado por la creciente masividad de los medios no dejaron inerte a García, que siempre reaccionó a lo que veía a su alrededor.


García no solo se sube entonces a la nueva ola moderna sino que marca a los demás pop-rockeros argentos el camino a recorrer en la década de los peinados simétricamente revueltos, las píldoras para adelgazar y las cirugías estéticas. Soda Stereo, Virus, Los Abuelos de la Nada seguirían al nuevo Charly, que de ida y vuelta entre Buenos Aires y New York encuentra que los nuevos flashes del mainstream son brillantes pero vacíos, vulgares y caretas.


El primer trinomio solista de su autoría: Yendo de la Cama al Living (1982), Clics Modernos (1983) y Piano Bar (1984), está cerca de la perfección, considerando como definición del concepto a la distancia entre la búsqueda original del artista y el resultado final. Casi ninguna canción que compone el repertorio de los tres álbumes es olvidable o genérica. La crítica y el público se rindieron a sus pies.



Piano Bar fue el último disco de la primera etapa en solitario de Charly y un álbum conceptual que venía gestándose en su cabeza desde 1983: “La idea salió imaginándome ‘Grandes valores del tango’, pero en el futuro, con todos nosotros ahí. Todo el ambiente, con pelucas, y tomando tragos exóticos de colores verdes y rojos. Todo lleno de mármol. Y cada vez que se muere uno, poner un busto.” A pesar del tono jocoso de su visión, pueden traslucirse ciertas ideas instaladas en su cabeza desde hace décadas. El miedo a la muerte, al paso del tiempo, al olvido.


Total Interferencia es la canción que cierra el LP. Simultáneamente apuntaba a ser el primer tema de otra etapa que nunca llegó a concretarse como se esperaba: la colaboración García/Spinetta prometía mucho (tenían pensado grabar un disco), tratándose de las dos máximas figuras del rock nacional, pero solo quedó en unas pocas canciones desperdigadas alternadamente en álbumes de ambos.


“El tema fue compuesto un verano en una quinta que Charly había arrendado. Spinetta fue a visitarlo, Charly tenía su piano y le propuso que compusieran una canción. Acordaron roles y Luis producía lo que Charly generaba desde las teclados, indicándole una estructura y sugiriéndole partes.” Cuenta Sergio Marchi en su libro No Digas Nada.


Durante el proceso de grabación, del que Spinetta no participó, García dejaba libre a su banda para la improvisación o mejor dicho, para la intuición: “El método de grabación —cuenta Charly— fue el siguiente: yo les daba una brevísima guía de cómo era el tema, sin muchos datos. ¿Qué tocás? Lo que tenés que tocar”.


Fito Páez que participó del disco como tecladista quedó anonadado viendo lo que sucedía: “Todo es muy sugerente: un tema de Charly y Luis que se llame “Total interferencia” parece como si fuera una suerte de emblema argentino. Dos personas maravillosas haciendo un tema que se llame así. Yo percibí que el asunto tenía una gravedad histórica”.


El análisis de Total Interferencia puede ser una piedra angular clave para entender la vida y obra de Charly García. Se encuentran en ella pistas sobre los efectos de la fama y la desconexión del mundo exterior. Menciona al amor pero solo para determinar que nosotros somos quienes lo destruimos. Él y nosotros. Todos los que formamos parte de este circo, ocupados bailando adentro de una carpa de colores.


Un teclado comienza con una base melódica que vuelve sobre sí misma, Charly dando el primer paso. Se suman la batería y el bajo, haciendo base y marcando el nuevo ritmo, usando un volumen relativamente alto, pero sigue siendo el teclado el que ejerce el dominio emocional del tema. La voz es la que toma la posta, mucho más suave que en la canción anterior (Cerca de la revolución) y todos los demás instrumentos dejan un poco de espacio, acompañando con frases, licks y fills y alternando responsabilidades melódicas y rítmicas.


Las palabras se escuchan claramente, pareciendo aludir al propio autor, un chico con manos de marfil y teclados de Taiwán. Incomprendido en su propio hogar, donde la exigencia es suprema y el único camino es el del sufrido estudio musical clásico, son sus dedos de marfil, inseparables de las teclas. El protagonista no es solo su yo actual, la estrella consagrada, es su niño interior, pasado y presente, lleno de inquietudes y miedos.


Cuando dice “estamos como el…”, y en la siguiente línea: “amor que se echa a perder”, no termina de quedar claro si “el” debería llevar tilde o no. Determinaría si estamos como el chico con manos de marfil o si, en cambio, estamos como el amor echándose a perder (por nuestra propia culpa). Lo que queda claro es que se enfoca en cómo durante la adultez, que marca la mitad de la vida, quizás no aprendamos sino más bien olvidamos de que se trata el amor, le damos la espalda o directamente “violamos” nuestros propios valores, nuestros propios códigos.


La auto-referencia escorpiana está presente en forma explicativa en la segunda línea del segundo verso, esos agujeros que no ves: ¿son auto-infligidos? Mucho se ha hablado de conflictos y traiciones perpetradas por el entorno de Charly, tener “una daga de metal” escondida bajo la manga podría resultar necesaria. Una amenaza, una fachada, una apariencia de locura que mantuviera la distancia, asegurando catástrofe para quien se acerque demasiado.


La canción es dicotómica, bipolar. El lado interno y externo de cada uno. Un exterior caótico y un interior delicado y sensible. Una persona puesta como foco de atención y atrapada dentro de su cuerpo: un introvertido confundido por un ícono. Charly vs. Luis Alberto Spinetta, Charly vs. El statu quo, Charly vs. Los Dinosaurios, Charly vs. Tu Vicio. Charly vs. Charly ¿Qué hay en el medio? Los puntos contrapuestos son los únicos extremos habitables del mundo del artista. En el medio: Total Interferencia.



 
 
 

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