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Identidad de un mundo invisible

Foto del escritor: orianafbozaorianafboza

Actualizado: 23 nov 2018

“Quiero crecer hasta que mi alma siga viajando, para que mi viaje no se corte. Cumplir una misión para el cosmos, en resumidas cuentas” decía Spinetta para revista “Pelo” en 1977, mismo año en el que desintegraba su tercer grupo musical “Invisible” y nuevos proyectos cómo “A 18’ del sol” comenzarían más tarde a ver la luz.


Invisible nació a raíz de esa búsqueda artística que Spinetta venía anhelando producir, cómo en retrospectiva había plasmado en Artaud, con sonidos más melódicos y complejos, y que finalmente estalló en el trío conformado por Carlos Alberto “Machi” Rufino, Héctor “Pomo” Lorenzo y Luis Alberto en 1973. Ese mismo año debutaron en el Teatro Astral hacía fines de noviembre, y en 1974 lanzaron su primer disco titulado “Invisible” donde Spinetta comenzaría a plasmar ciertas influencias sobre lecturas relacionadas al budismo e hinduismo, desde la “llave de mandala” cómo alusión al símbolo de la curación y “lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula al mundo” ante una posible búsqueda interior vinculada a las paradojas existenciales.

A su vez, “el flaco” reconocía esta nueva etapa creativa como “el equilibrio de ambos mundos” es decir, que Invisible mutaba en esa fusión, entre el sonido almibarado de Almendra y la fuerza imponente de su grupo sucesor, Pescado Rabioso.

Cómo es de caracterizarse, o al menos teniendo de referencias sus obras artísticas, Luis volcaba lo que le provocaba el arte y las lecturas que absorbía, en su música. Se podría decir hasta de manera inconsciente, ya que él se expresaba con aquello en lo que involucraba el cuerpo y lo traspasaba intelectualmente. Cómo sucedió con “El secreto de la flor de oro” que brillaba cómo mantra en la mente de Spinetta al momento de experimentar en la creación conceptual y lírica de Durazno Sangrando, el segundo trabajo musical de Invisible en 1975, y obras más futuras que acarearon las líneas de fibras filosóficas.


El (vigilar y castigar) del poder


En 1976, Argentina vivía momentos efervescentes políticamente. “Cayó Isabel” o “Videla asumió la presidencia” eran algunos de los títulos que encabezaban los diarios. La persecución silenciosa se aproximaba lenta, en un contexto en que la muerte acechaba fugaz y comenzaba a ser moneda corriente durante el último periodo dictatorial en nuestro país.

Bajo esa trama de sentidos represivos, Luis Alberto encaraba uno de los discos más sublimes y comprometidos que Invisible concebiría ese año: “El jardín de los presentes” su última creación artística que cerraría una etapa con broche de oro y cuyo título responde a una metáfora de vida que surgió entre las conversaciones que Eduardo Martí, fotógrafo y amigo de Luis, tenían sobre la idea de un jardín en el que estaban todos, y en el que seguirían estando cuando se despidieran físicamente de este mundo. Tal vez un jardín proyectado en su imaginario ideal, que envolvía al disco desde una concepción de aura mística. De hecho, el álbum fue uno de los más accesibles al público ya que, por aquel entonces, la música sufría una vigilancia supervisada pero las letras transformadas en artificios poéticos que creaba Luis no generaban resistencia, al menos desde la perspectiva militar que ignoraban o no lograban descifrar el código de sus mensajes.


El jardín floreciendo


Durante el proceso de producción en su tercer álbum, el trío se transformó en cuarteto con la llegada de Tomás Gubitsch, guitarrista con influencias en el jazz, (quién venía de tocar en Generación Cero con Rodolfo Mederos, y que años más tarde pasaría a formar parte del Octeto Electrónico de Ástor Piazzolla) y hermano de Jorge “Dyuri” Gubitsch, a quién se lo conoce por ser la cara pincelada con temperas en el arte de tapa.




Si tuviéramos que ensamblar en una misma concepción la representación de esta obra, podríamos decir que es un disco cargado de armonías galácticas y porteñas. Fluye en esa relación con el tango, y movimientos de aire tras la inclusión de instrumentos de viento, cómo el bandoneón, que aparece por primera vez en la canción “Los libros de la buena memoria”, que luego del Capitán Beto y su nave espacial fabricada en Haedo, es la canción más galardonada del álbum y representa una poesía cargada de significados que van trazando emociones que sobrepasan el tiempo y recaen en la experiencia corporal, que reconstruía en la perspectiva figurativa de Luis, imágenes somnolientas y de ensueños.

La letra narra distintas historias que se pueden asociar al amor, a los vicios y a la relación simbiótica de significados que pareciesen resurgir de otros discos, pero que proponen la construcción de nuevos paisajes. El tema comienza con una melodía acompañada, con pequeños golpes en batería y rasgueos en guitarra para dar paso a una introducción en silencio que dialoga y se transforma en un clima íntimo, donde la intencionalidad radica en las voces de fondo (que suelen aparecer casi de manera elocuentes, cómo es en el caso de “Las golondrinas de Plaza de Mayo” donde dan la bienvenida hacía el cierre del álbum) luego se genera una sucesión y los primeros sonidos que escuchamos se fundan en lo que reconocemos cómo la melodía principal, que nos acompañará en el recorrido melódico, que irá tomando formas diversas, texturas combinadas y nos induce a fundirnos al unísono en el efecto embriagador.


“El vino entibia sueños al jadear” comienza a cantar Spinetta y en ese fraseo él había plasmado el vicio al alcohol, aunque esta idea la pensaba cómo una asociación imaginaria, por eso explica que tal vez este vinculado a otros tipos de vicios humanos. Así mismo sucede con la representación de “y entre los libros de la buena memoria, se queda oyendo cómo un ciego frente al mar” que aquí la trama se bifurca en dos comprensiones posibles y distintas. Según Luis Alberto, la imagen aparecía bajo la elipsis que envolvía a la identidad del amor, cómo de quién espera al despertar y en esa circunferencia rondaba la idea de la ceguera, porque ésta es también de quién aguarda, una asociación al “amor ciego”. No obstante, y teniendo en cuenta que este álbum desarrolla toda una ilustración de alegorías vinculadas a inspiraciones e influencias plasmadas cómo en un flameante collage, se genera un acercamiento entre Spinetta y el escritor Jorge Luis Borges, quien por aquel entonces frecuentaba lazos con la familia de Tomás Gubitsch, intelectuales porteños que nucleaban aquella élite y fueron la pieza esencial para que el encuentro entre ambos fuera posible.


Siempre existieron mitos urbanos, leyendas, y asociaciones con respecto a las creaciones del flaco, y en cierto punto esos esquemas navegan desde la subjetividad personal de cada oyente cómo interprete, y la intencionalidad del músico que puede estar relacionada a esa convicción universal. “Los libros de la buena memoria” y “el ciego frente al mar” no es la excepción. Pueden estar vinculados, o quizá no, pero es preciso retomar su similitud, tan acompañada en tiempo y espacio por el contexto que destina. “Mi boca besará toda la ternura de tu acuario”, la canción sincroniza con esa frecuencia latente sobre el amor y de frases metafóricas “qué sombra extraña te ocultó de mi guiñó” que aluden, según Luis, a recuerdos de los amores idos. Incluso las luces rojas y verdes son del amor, y juega con ese concepto en los colores, que suelen aparecer panorámicamente en sus obras (en Artaud, el poeta había preguntado ¿Acaso no son el verde y el amarillo cada uno de los colores opuestos de la muerte, el verde, para la resurrección y el amarillo para la descomposición y la decadencia?) particularmente, en Los libros de la buena memoria el verde y el rojo estaban destinados a la simbología de lo permitido y lo negado.


La canción concluye “no es necesario más, ya se ven los tigres en la lluvia” que en realidad proviene de una imagen ilustrativa sobre tigres en la nieve, inspirada en el libro El secreto de la flor de oro, que Invisible ya se había visto influenciado por esta lectura en su anterior álbum Durazno Sangrando en el que las proyecciones estuvieron orientadas a la concepción del “Animus” (vida) y “Anima” (muerte). Aquí se concebía una visión transformada sobre los tigres que aparecía en la mente de quién ejercía la meditación taoísta china.

“Tigres en la nieve” (fuente: “el secreto de la flor de oro”)


Tempo(ralidad) y ruidos con magia


La construcción de esta canción posee un tempo lento, que teje una superficie armónica trasversal en cuanto a la combinación de los sonidos que navegan en un modo menor. Está asociada al sistema modal, suave, con una intencionalidad determinada que realza el estado apacible y le otorga identidad. La armonía, que se relaciona con el discurso musical, explora un diseño melódico que suele estar sujeto al nivel descendente, ascendente y lineal.

A su vez, el tempo nos permite visualizar el ritmo, que marca la temporalidad y nuestra experiencia psíquica-personal que es por naturaleza, rítmica. Invisible realza sus bases en el rock progresivo y busca cimentar los movimientos dentro de ese espacio musical. “Los libros de la buena memoria” emerge en la convicción de memoria, recuerdos desteñidos, figuras acuáticas y colores dulces.


El efecto de Invisibilidad


Invisible construyó una utopía de mundos sumergibles que, aún hoy, reflecta destellos de autenticidad y lucidez. Es la añoranza de viejos poemas que nos remiten a enseñanzas y una exploración sobre las emociones que se le atribuyeron a lo largo del tiempo, que nos permitieron la apertura al camino de pensarlas y preguntarse ¿a qué nos aluden hoy?

Leer la música tal vez nos haga llegar a algunas conclusiones posibles y tangibles, que nos ayuden a indagar sobre el hecho creativo. Aunque la existencia de la música vibra en el estímulo propio del espíritu: allí se encuentra la pulsación sensorial con los mensajes. Las canciones son emociones penetrando en la piel, se interpreta en la emoción de quién la siente, en el cuerpo expandiéndose cual sangre en venas abiertas, y en la sintonización de la armonía. “Lo inabarcable que es la música nos tienta a seguir formulando ideas. La música es el alimento, el crecimiento y la felicidad del alma” dijo en una oportunidad Luis, y sin duda estaba en lo cierto.

 
 
 

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