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Pastoral: La luminosa oscuridad de los 70

mtarabaycultura

Actualizado: 21 nov 2018


Por Mario Tarabay


Los primeros años de la década del 70 fueron agitados en Argentina. La violencia política iba en aumento tras el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, la prolongada proscripción del peronismo y el crecimiento de los movimientos revolucionarios en casi todos los países de América Latina, imantando voluntades de amplias capas juveniles urbanas. La cultura popular también estaba en plena efervescencia: el movimiento hippie iniciado a fines de la década anterior mantenía su vigencia, al tiempo que se afianzaban grupos de rock que darían inicio a un género que se mantiene vigente hasta nuestros días.

Ya desde mediados de la década del 50 Argentina, y específicamente Buenos Aires, se había destacado por estar atenta y conectada a los movimientos culturales juveniles que surgían en Estados Unidos primero y en Europa más tarde. No sólo existía una masa crítica de público consumidor de los nuevos ritmos, particularmente el rock and roll, sino que había espacio para la creación vernácula y el surgimiento de una incipiente industria a su alrededor. Esta tendencia se profundizó durante la década siguiente, en la que comenzaron a surgir bandas que no sólo hacían covers de los éxitos que llegaban del norte, sino que empezaron a crear sus propias canciones con letras en español. El éxito arrollador de los Beatles dio un mayor impulso al movimiento, contribuyendo a consolidar una cultura juvenil que excedía por mucho al ámbito de la música, pero que encontraba allí su más clara referencia de identidad.

A comienzos de los 70 la escena local estaba lo suficientemente afianzada como para definir estilos claramente diferenciados, con sus propios públicos y subculturas. Uno de esos estilos, el folk-rock consiguió trascender los límites de su audiencia natural y logró altos niveles de masificación. El Festival B.A. Rock organizado en noviembre de 1970 por la revista Pelo contó con la presencia de las principales figuras del movimiento acústico del momento (Moris, Alma y Vida, Manal, Arco Iris, Almendra, Vivencia, entre otros), con más de 30 mil espectadores durante cinco días en el Velódromo. La salida de Vida, el primer álbum de Sui Géneris en 1972 selló la consagración del género a nivel popular, generando un panorama propicio para propuestas que transitaran ese camino.


Pastoral: Alejandro De Michele y Miguel Angel Erausquin

Entre libros y guitarras


En ese ambiente de movilización política, social y cultural, dos adolescentes, compañeros en el Colegio Nacional Mariano Moreno, discutían sobre sus gustos musicales: a Alejandro De Michele le gustaba Spinetta y Miguel Angel Erausquin prefería a Litto Nebbia. Era 1971, y entre tareas, libros y guitarreadas se iba forjando una amistad que marcaría el resto de sus vidas.

Todo pasó muy rápido, al año siguiente formaron el dúo y decidieron llamarlo Pastoral a raíz de uno de las primeras canciones que escribió Alejandro, Libertad pastoral. En una entrevista en la revista Pelo explicarían más tarde la intención del nombre: "La idea que tenemos con el dúo no es simplemente hacer música, aspiramos a colaborar, aunque sea pequeñamente en el desarrollo de una conciencia pastoral en todos aquellos que podamos llegar", explicó Alejandro.

En noviembre de 1973, editado por el sello Cabal, salió a la venta su primer disco de estudio, Pastoral, que fue presentado en vivo al mes siguiente en el Teatro Diagonal de Mar del Plata, en lo que sería su debut sobre los escenarios. En este álbum es notorio el bajo presupuesto que la casa discográfica dedicó al trabajo de estudio: las 12 canciones se registraron en 30 horas de grabación en cuatro canales y sin productor. El resultado fue un puñado de canciones en los que a pesar de las dificultades ya se insinuaban algunas de las características distintivas del dúo: líricas misteriosas, melancólica, algo surrealistas y oscuras combinadas con una búsqueda estética musical inconformista y la voz potente, definida y luminosa de Alejandro De Michele, bien complementada por la de Erausquin.

A pesar de la baja inversión en difusión y las pocas ventas que consiguió este primer álbum, una de sus canciones, En el Hospicio, alcanzó cierta popularidad y los animó a seguir trabajando y componiendo. Precisamente sería esta canción la que le daría nombre a su segundo trabajo de estudio, que incluía una nueva versión del tema, con mejor sonido y mayor instrumentación. Este segundo álbum, grabado en el invierno de 1975, contó con la producción de Litto Nebbia y significó un gran avance en términos de calidad técnica, con músicos invitados y arreglos. La separación de Sui Géneris en el punto más alto de su popularidad (y de la popularidad alcanzada por cualquier artista local del género hasta ese momento) dejó un gran espacio vacante que muchos se empeñaron en querer llenar con Pastoral. Comenzaron los grandes conciertos, las giras y toda la parafernalia que rodea a los artistas exitosos, y contra la cual De Michele fue un implacable guerrero.


Arte del álbum Humanos

Pastores en la cima


El dúo seguía creciendo, no sólo en ventas, tickets cortados y fama, sino artísticamente, buscando no estancarse en el terreno conocido. Así llegó el tercer disco, para muchos el mejor del dúo, Humanos, en el que se destacan varias canciones consideradas clásicas dentro de su repertorio. Alejandro De Michele buscó ganar en refinamiento y complejidad musical, incorporando arreglos orquestales, para lo cual tuvo que pelear mucho con los responsables de la empresa discográfica, que no querían asumir mayores costos en la grabación. Pero De Michele, que no solía conformarse con las negativas empresarias, apareció un día en el estudio de grabación con el director de orquesta Gustavo Beytelmann y quince músicos, planteándole a la discográfica que la grabación se hacía con los músicos, que si la empresa no lo pagaba lo hacía él. El resultado fue un conjunto de piezas con una destacada musicalización, como Lustrabotas de avenida, Prórroga de la Tierra, De regreso a tus entrañas y el tema que es la columna vertebral del álbum, Me desprendo de tu vientre. También participaron músicos invitados de la talla de Charly García, Oscar Moro y Pino Marrone. El arte de tapa, a cargo del artista plástico Juan Orestes Gatti, ofrece una clara muestra de la estética visual de los 70. Gatti era el artista fetiche de las bandas de rock por aquellos años, ya había ilustrado tapas de Spinetta, Sui Generis, Pappo's Blues, Crucis, lo que ponía a Pastoral en el pedestal de los grandes.

La dictadura militar se encontraba en pleno auge represivo, llenando de secuestrados los centros clandestinos de detención, torturando y asesinando a todo aquel que pudiera representar una amenaza o que simplemente no fueran de su agrado. En gran medida los músicos de rock pudieron mantenerse al margen de toda esa locura, aunque muchos emprendieron el exilio y fueron perseguidos y prohibidos, porque los militares creían que era mejor que los jóvenes escucharan música a que se involucraran en asuntos políticos o sociales. Si se hubiesen detenido a escuchar con atención muchos de los temas y el mensaje que transmitían quizás hubiesen cambiado de idea.

En ese contexto, en 1977, salió el cuarto álbum, Atrapados en el cielo, grabado en San Pablo, Brasil, en el que continúan la búsqueda musical, con un especial énfasis en los instrumentos de viento, gaitas, y con una preferencia hacia los ritmos sudamericanos. Algunos temas destacados son el que da nombre al disco, El dueño de los muñecos (que se puede leer como un mensaje bastante directo a la junta militar) y Triste y antigua dama. La presentación del trabajo incluyó una gira por Chile, convirtiendo a Pastoral en una de las primeras bandas de rock argentino en realizar giras internacionales. El arte de tapa y el packaging tuvieron un nivel de elaboración y costo de producción absolutamente inusual para el género en aquellos años. Debajo de los barrotes calados en el cartón podía verse un cielo celeste profundo con algunas nubes o las caras de De Michele o Erausquin, según se moviera la tapa. El diseño nuevamente estuvo a cargo de Juan Orestes Gatti. Este fue el último trabajo de Pastoral antes del declive que significó el paulatino alejamiento entre los miembros del dúo, quienes mantenían algunas diferencias en torno de las búsquedas estéticas. Todavía habría un trabajo de estudio más, realizado en gran medida para cumplir compromisos contractuales con la discográfica, en el que se refleja cierta desconexión entre ambos, lo cual queda implícito en el nombre del álbum, De Michele – Erausquin: ya no eran Pastoral, sino dos individualidades compartiendo un disco.

Luego, durante un par de años, cada uno probaría su propio camino. De Michele formó el grupo Merlín junto a Gustavo Montesano (ex Crucis), con quien editó un disco y brindó varios conciertos, y Erausquin editó un disco solista que no obtuvo mucha repercusión. El tiempo y la distancia hicieron su trabajo, y Pastoral tendría tiempo todavía para una segunda vida.


De regreso


La vuelta fue como la despedida, sin grandes artificios, en silencio y con trabajo. En 1982 ambos coincidieron en la necesidad de revivir a Pastoral, pero con un nuevo sonido, una nueva estética y hasta un nuevo concepto. Atrás quedaría el sonido calmo y reflexivo que era una de las características más marcadas del dúo: los 70 habían terminado y los 80 traían novedades de las que no querían quedar afuera. Así fue como dieron vida a Generación, un disco que sorprendió al público y a la crítica especializada, con canciones marcadas por una fuerte base rítmica, sintetizadores y solos de guitarra eléctrica. El país trataba de despertar de la pesadilla de Malvinas, y mientras se gestaba una nueva etapa democrática que dejara atrás la injerencia militar para siempre, Pastoral sintonizaba con los nuevos tiempos progresivos, con una propuesta superadora desde el punto de vista musical y con letras ácidas y directas, plagadas de referencias al derrumbe social y económico del país. La presentación del álbum fue frente a un estadio Obras colmado de público y con una gran puesta escenográfica que iba cambiando junto a los climas que atravesaba el concierto. La nueva etapa recién comenzaba y aparecía prometedora, plena de posibilidades, pero el destino quiso que un trágico accidente automovilístico pusiera fin a la vida de Alejandro De Michele el 30 de mayo de 1983, un mes después del gran concierto de Obras, dejando tras de sí una herencia de canciones melancólicas, tristes, y algo oscuras, iluminadas por su voz clara, un estilo interpretativo honesto y visceral, capaz de expresar genuinamente la sensibilidad y la fragilidad que marcan a sus composiciones.


Generación: el último álbum del dúo

El misterio de la vida


Uno de los puntos más altos en la trayectoria compositiva de De Michele es la suite Me desprendo de tu vientre / De regreso a tus entrañas, canciones entrelazadas tanto musical como temáticamente. En conjunto forman una sola obra, aunque están presentadas por separado en la lista de temas, y separadas por un breve instante de silencio. Cada parte, sin embargo, tiene su propia identidad y características musicales que les dan vida propia, y les permite funcionar por separado o en conjunto. Así, mientras Me desprendo de tu vientre tiene una estructura más usual de canción con estribillo y una duración standard en la industria de 3:25, De regreso a tus entrañas es una canción estrófica de 5:35. En ambas hay un cuidado manejo de las intensidades y los climas, apuntalados por dos elementos centrales: la voz de De Michele y los arreglos orquestales comandados por el maestro Gustavo Beytelmann.

La primera parte de la suite comienza con guitarras acústicas y va sumando instrumentación (vientos, violines, bajo, batería), ganando en intensidad hasta que ingresa la primera voz y se repite el movimiento de menor a mayor, alcanzando picos de intensidad en los versos centrales, para iniciar desde allí un nuevo movimiento descendente que desemboca en el puente que la une (y a la vez la separa) de la segunda parte. En De regreso a tus entrañas es posible encontrar continuidades y rupturas con la primera parte. Entre las continuidades encontramos el mismo movimiento ascendente y descendente, y el acompañamiento orquestal del comienzo, que poco a poco se va perdiendo y va dejando lugar al protagonismo de la guitarra eléctrica de Pino Marrone, invitado especial en este tema. Como ruptura podemos señalar una estructura mucho más irregular, propia de las canciones estróficas y un mayor protagonismo de los momentos netamente instrumentales, especialmente los solos de guitarra eléctrica. Evidentemente De Michele sabía que estaba frente a una pieza de especial importancia cuando insistió para contar con arreglos orquestales y cuando consiguió que Pino Marrone, que ya era un guitarrista reconocido, aportara su talento en la grabación.

Desde el punto de vista temático la continuidad es evidente, mientras la primera parte relata el nacimiento y las vicisitudes de la vida, los problemas del crecimiento, el anhelo de lo que está por venir y la nostalgia por el pasado que no vuelve, en la segunda parte las dificultades de la vida se hacen más evidentes, con el envejecimiento, las dudas existenciales, la inminencia de la muerte y el deseo de volver otra vez al comienzo, a las entrañas del vientre donde todo comenzó.




Luis, una musa inusual


Uno de las características más destacadas de Pastoral es la riqueza poética de sus letras y la preferencia por temas frecuentemente dejados de lado por ser considerados difíciles de abordar y ahuyentadores de público, como pueden ser la locura, la muerte o la vejez. A lo largo de la trayectoria del dúo es posible encontrar al menos tres temas dedicados a la historia de Luis, una de las obsesiones de De Michele.

Al cumplirse 30 años de la muerte de De Michele, Martín Equiza, su primo hermano, que a la vez es actor y director teatral, decidió homenajearlo poniendo en escena una obra de teatro en la que ficcionaliza a partir de la relación de Alejandro con Luis y sus visitas al Hospital Borda. “Luis era uno de los chicos de la barra del barrio, pero tenía un problema, era esquizofrénico, era buen pibe y además tenía mucho talento para pintar. Los demás chicos del barrio no le prestaban mucha atención, pero a Alejandro siempre le gustó conversar con él y cuando era internado en el Borda lo iba a visitar y se quedaban largo tiempo conversando”, cuenta Equiza, quien creó la obra y actúa en ella interpretando a Luis. Lo más difícil fue conseguir quien interprete a Alejandro, porque la obra incluye canciones en vivo: “Tardé muchos años en encontrar un cantante que pueda interpretar a Alejandro, porque su registro vocal es muy alto y no es fácil cantar sus canciones, pero cuando conocí a Yamil Kadre inmediatamente supe que era el indicado. Él no conocía a Pastoral ni a Alejandro, pero poco a poco se fue metiendo en su universo y comprometiendo con el proyecto”. Ahora llevan más de 70 presentaciones en escenarios de todo el país, en salas pequeñas o mediana, siempre con gran cantidad de público. Equiza dice que tiene la necesidad de seguir presentando la obra como una forma de rendir homenaje y mantener vigente el legado artístico de su primo, a quien considera injustamente olvidado, tanto por otros músicos como por el periodismo y la industria. Sin embrago a Equiza lo sorprende la cantidad de público que conoce la música de Pastoral, no sólo entre miembros de la generación que los vio crecer, sino también entre muchos jóvenes que se acercan y quieren saber más de esta leyenda del rock nacional. También, sorprendentemente, hay admiradores de otros países, lo cual se puede comprobar en los comentarios de las canciones disponibles en youtube, muchos de ellos escritos en inglés por seguidores de los más remotos rincones del mundo.

Entre los motivos que han llevado a que después de haber alcanzado un importante grado de popularidad, vender muchos miles de discos y llenar estadios como Obras Sanitarias o el Luna Park, el silencio haya caído sobre el legado del dúo, Equiza ensaya algunas respuestas, entre las cuales menciona que De Michele nunca fue condescendiente con la industria ni con los que la rodean, por ejemplo, la crítica y los periodistas. Hace una excepción con Daniel Ripoll, creador y director de Pelo, con quien siempre tuvo un trato de respeto y casi de amistad, lo cual se vio reflejado en el número de 188 la revista, cuya tapa estuvo dedicada íntegramente a rendir homenaje al músico recién fallecido.


Revista Pelo Nro 188, dedicada a Alejandro De Michele

Entre los motivos también es posible pensar que la muerte de Michele ocurrió en un momento en el que muchas cosas estaban cambiando, la democracia estaba por concretarse y con ella llegaba una nueva etapa cultural, que significó en el rock una amplia renovación, con nuevas bandas, estilos y sonidos. En este contexto es posible que Pastoral haya sido víctima de las circunstancias históricas, al no haber podido acompañar estos cambios y quedar vinculado a una etapa que se cerraba y que muchos preferían no rememorar.

A 36 años de la sorpresiva, inesperada y definitiva disolución del dúo decidida por una mala maniobra en una curva envenenada, es hora que Pastoral ocupe el lugar que le corresponde en la historia del rock en Argentina.


Martin Equiza y Yamil Kadre en In Memorian

 
 
 

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